lunes, 7 de diciembre de 2009

La reina loba

Cuentan que, en la provincia de Orense, vivió una poderosa mujer, tan cruel y soberbia, que era llamada por los campesinos de su señorío, "la Reina Loba".
Para su manutención y la de sus allegados, (tan despiadados como ella misma), obligaba a sus súbditos a entregarle, cada día, una vaca, un cerdo, y una carreta llena de otros alimentos. Las familias campesinas se turnaban en esta entrega de vituallas, por miedo a los servidores de la Loba, que arrasaban e incendiaban casas y cosechas, y asesinaban a todos los habitantes de las aldeas en las que alguna familia se hubiese negado a entregar lo que se les reclamaba.


En este clima de terror vivía la comarca entera, cuando le llegó el turno de entregar los alimentos al pueblo de Figueirós. Sus vecinos se reunieron en asamblea, y decidieron no pagar un tributo que les arruinaba .
Pero decir no pagaremos, no era suficiente, porque la reina mandaría contra ellos a sus huestes, y serían perseguidos y muertos. Decidieron que si habían de morir de hambre o a manos de los sicarios de la Loba, mejor era morir combatiendo contra ella, así que se armaron lo mejor que pudieron. Hicieron lanzas y jabalinas, arcos y flechas, tomaron piedras y garrotes, y en la oscuridad de la noche, se pusieron en marcha hacia el castillo de la malvada mujer.
La Loba y sus secuaces, dormían. Fiados en el terror que infundían en la comarca, descuidaron la vigilancia. Nunca nadie se había atrevido a desafiar su poder, ni contaban con que tal cosa pudiera suceder.
Sigilosamente, los vecinos de Figueirós, treparon murallas y abrieron puertas sorprendiendo a los sicarios de la Loba. Un breve, pero encarnizado combate, dio la victoria a los lugareños, que se lanzaron escaleras arriba en busca de su opresora.
La Loba, se había refugiado en la torre más alta, pero ninguna puerta era lo bastante segura para resistir a los decididos asaltantes. Cuando vio caer su última defensa ante el empuje de sus enemigos, y no queriendo someterse a quienes ella consideraba sus esclavos, la Loba corrió hacia la ventana y se arrojó al vacío, muriendo destrozada sobre las rocas.
Con su muerte, acabó el suplicio de los habitantes de la comarca, que recordaron durante siglos, en romances y canciones, el valor de los vecinos de Figueirós.

El Mayab, la tierra del faisán y del venado

El Mayab, la tierra del faisán y del venado
Leyenda Maya

Hace mucho, pero mucho tiempo, el señor Itzamná decidió crear una tierra que fuera tan hermosa que todo aquél que la conociera quisiera vivir allí, enamorado de su belleza. Entonces creó El Mayab, la tierra de los elegidos, y sembró en ella las más bellas flores que adornaran los caminos, creó enormes cenotes cuyas aguas cristalinas reflejaran la luz del sol y también profundas cavernas llenas de misterio. Después, Itzamná le entregó la nueva tierra a los mayas y escogió tres animales para que vivieran por siempre en El Mayab y quien pensara en ellos lo recordara de inmediato. Los elegidos por Itzamná fueron el faisán, el venado y la serpiente de cascabel. Los mayas vivieron felices y se encargaron de construir palacios y ciudades de piedra. Mientras, los animales que escogió Itzamná no se cansaban de recorrer El Mayab. El faisán volaba hasta los árboles más altos y su grito era tan poderoso que podían escucharle todos los habitantes de esa tierra. El venado corría ligero como el viento y la serpiente movía sus cascabeles para producir música a su paso.

Así era la vida en El Mayab, hasta que un día, los chilam, o sea los adivinos mayas, vieron en el futuro algo que les causó gran tristeza. Entonces, llamaron a todos los habitantes, para anunciar lo siguiente: —Tenemos que dar noticias que les causarán mucha pena. Pronto nos invadirán hombres venidos de muy lejos; traerán armas y pelearán contra nosotros para quitarnos nuestra tierra. Tal vez no podamos defender El Mayab y lo perderemos.

Al oír las palabras de los chilam, el faisán huyó de inmediato a la selva y se escondió entre las yerbas, pues prefirió dejar de volar para que los invasores no lo encontraran.

Cuando el venado supo que perdería su tierra, sintió una gran tristeza; entonces lloró tanto, que sus lágrimas formaron muchas aguadas. A partir de ese momento, al venado le quedaron los ojos muy húmedos, como si estuviera triste siempre.

Sin duda, quien más se enojó al saber de la conquista fue la serpiente de cascabel; ella decidió olvidar su música y luchar con los enemigos; así que creó un nuevo sonido que produce al mover la cola y que ahora usa antes de atacar.

Como dijeron los chilam, los extranjeros conquistaron El Mayab. Pero aún así, un famoso adivino maya anunció que los tres animales elegidos por Itzamná cumplirán una importante misión en su tierra. Los mayas aún recuerdan las palabras que una vez dijo:

—Mientras las ceibas estén en pie y las cavernas de El Mayab sigan abiertas, habrá esperanza. Llegará el día en que recobraremos nuestra tierra, entonces los mayas deberán reunirse y combatir. Sabrán que la fecha ha llegado cuando reciban tres señales. La primera será del faisán, quien volará sobre los árboles más altos y su sombra podrá verse en todo El Mayab. La segunda señal la traerá el venado, pues atravesará esta tierra de un solo salto. La tercera mensajera será la serpiente de cascabel, que producirá música de nuevo y ésta se oirá por todas partes. Con estas tres señales, los animales avisarán a los mayas que es tiempo de recuperar la tierra que les quitaron.

Ése fue el anuncio del adivino, pero el día aún no llega. Mientras tanto, los tres animales se preparan para estar listos. Así, el faisán alisa sus alas, el venado afila sus pezuñas y la serpiente frota sus cascabeles. Sólo esperan el momento de ser los mensajeros que reúnan a los mayas para recobrar El Mayab.


Leyenda Maya

Hace mucho, pero mucho tiempo, el señor Itzamná decidió crear una tierra que fuera tan hermosa que todo aquél que la conociera quisiera vivir allí, enamorado de su belleza. Entonces creó El Mayab, la tierra de los elegidos, y sembró en ella las más bellas flores que adornaran los caminos, creó enormes cenotes cuyas aguas cristalinas reflejaran la luz del sol y también profundas cavernas llenas de misterio. Después, Itzamná le entregó la nueva tierra a los mayas y escogió tres animales para que vivieran por siempre en El Mayab y quien pensara en ellos lo recordara de inmediato. Los elegidos por Itzamná fueron el faisán, el venado y la serpiente de cascabel. Los mayas vivieron felices y se encargaron de construir palacios y ciudades de piedra. Mientras, los animales que escogió Itzamná no se cansaban de recorrer El Mayab. El faisán volaba hasta los árboles más altos y su grito era tan poderoso que podían escucharle todos los habitantes de esa tierra. El venado corría ligero como el viento y la serpiente movía sus cascabeles para producir música a su paso.

Así era la vida en El Mayab, hasta que un día, los chilam, o sea los adivinos mayas, vieron en el futuro algo que les causó gran tristeza. Entonces, llamaron a todos los habitantes, para anunciar lo siguiente: —Tenemos que dar noticias que les causarán mucha pena. Pronto nos invadirán hombres venidos de muy lejos; traerán armas y pelearán contra nosotros para quitarnos nuestra tierra. Tal vez no podamos defender El Mayab y lo perderemos.

Al oír las palabras de los chilam, el faisán huyó de inmediato a la selva y se escondió entre las yerbas, pues prefirió dejar de volar para que los invasores no lo encontraran.

Cuando el venado supo que perdería su tierra, sintió una gran tristeza; entonces lloró tanto, que sus lágrimas formaron muchas aguadas. A partir de ese momento, al venado le quedaron los ojos muy húmedos, como si estuviera triste siempre.

Sin duda, quien más se enojó al saber de la conquista fue la serpiente de cascabel; ella decidió olvidar su música y luchar con los enemigos; así que creó un nuevo sonido que produce al mover la cola y que ahora usa antes de atacar.

Como dijeron los chilam, los extranjeros conquistaron El Mayab. Pero aún así, un famoso adivino maya anunció que los tres animales elegidos por Itzamná cumplirán una importante misión en su tierra. Los mayas aún recuerdan las palabras que una vez dijo:

—Mientras las ceibas estén en pie y las cavernas de El Mayab sigan abiertas, habrá esperanza. Llegará el día en que recobraremos nuestra tierra, entonces los mayas deberán reunirse y combatir. Sabrán que la fecha ha llegado cuando reciban tres señales. La primera será del faisán, quien volará sobre los árboles más altos y su sombra podrá verse en todo El Mayab. La segunda señal la traerá el venado, pues atravesará esta tierra de un solo salto. La tercera mensajera será la serpiente de cascabel, que producirá música de nuevo y ésta se oirá por todas partes. Con estas tres señales, los animales avisarán a los mayas que es tiempo de recuperar la tierra que les quitaron.

Ése fue el anuncio del adivino, pero el día aún no llega. Mientras tanto, los tres animales se preparan para estar listos. Así, el faisán alisa sus alas, el venado afila sus pezuñas y la serpiente frota sus cascabeles. Sólo esperan el momento de ser los mensajeros que reúnan a los mayas para recobrar El Mayab.

La Leyenda del Murciélago


La Leyenda del Murciélago
(Leyenda tradicional mexicana - Oaxaca)

Cuenta la leyenda que el murciélago una vez fue el ave más bella de la Creación.

El murciélago al principio era tal y como lo conocemos hoy y se llamaba biguidibela (biguidi = mariposa y bela = carne; el nombre venía a significar algo así como mariposa desnuda).

Un día frío subió al cielo y le pidió plumas al creador, como había visto en otros animales que volaban. Pero el creador no tenía plumas, así que le recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Y así lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo solamente a las aves con plumas más vistosas y de más colores.

Cuando acabó su recorrido, el murciélago se había hecho con un gran número de plumas que envolvían su cuerpo.

Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos los pájaros, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora emplumadas, aleteando feliz y con cierto aire de prepotencia. Una vez, como un eco de su vuelo, creó el arco iris. Era todo belleza.

Pero era tanto su orgullo que la soberbia lo transformó en un ser cada vez más ofensivo para con las aves.

Con su continuo pavoneo, hacía sentirse chiquitos a cuantos estaban a su lado, sin importar las cualidades que ellos tuvieran. Hasta al colibrí le reprochaba no llegar a ser dueño de una décima parte de su belleza.

Cuando el Creador vio que el murciélago no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz. Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una, descubriéndose de nuevo desnudo como al principio.

Durante todo el día llovieron plumas del cielo, y desde entonces nuestro murciélago ha permanecido desnudo, retirándose a vivir en cuevas y olvidando su sentido de la vista para no tener que recordar todos los colores que una vez tuvo y perdió.


(Leyenda tradicional mexicana - Oaxaca)

Cuenta la leyenda que el murciélago una vez fue el ave más bella de la Creación.

El murciélago al principio era tal y como lo conocemos hoy y se llamaba biguidibela (biguidi = mariposa y bela = carne; el nombre venía a significar algo así como mariposa desnuda).

Un día frío subió al cielo y le pidió plumas al creador, como había visto en otros animales que volaban. Pero el creador no tenía plumas, así que le recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Y así lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo solamente a las aves con plumas más vistosas y de más colores.

Cuando acabó su recorrido, el murciélago se había hecho con un gran número de plumas que envolvían su cuerpo.

Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos los pájaros, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora emplumadas, aleteando feliz y con cierto aire de prepotencia. Una vez, como un eco de su vuelo, creó el arco iris. Era todo belleza.

Pero era tanto su orgullo que la soberbia lo transformó en un ser cada vez más ofensivo para con las aves.

Con su continuo pavoneo, hacía sentirse chiquitos a cuantos estaban a su lado, sin importar las cualidades que ellos tuvieran. Hasta al colibrí le reprochaba no llegar a ser dueño de una décima parte de su belleza.

Cuando el Creador vio que el murciélago no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz. Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una, descubriéndose de nuevo desnudo como al principio.

Durante todo el día llovieron plumas del cielo, y desde entonces nuestro murciélago ha permanecido desnudo, retirándose a vivir en cuevas y olvidando su sentido de la vista para no tener que recordar todos los colores que una vez tuvo y perdió.


El peregrino inocente, condenado

En los confines de Francia habitaba un piadoso matrimonio de grandes virtudes y profunda religiosidad, siendo los dos muy devotos de la Virgen María. Hacía quince años que se habían casado y no tenían hijos, por lo que, aunque dichosos en su Matrimonio, su anhelo constante era tener un hijo, y continuamente se lo imploraban a Dios y a su Madre divina, sin que hasta entonces hubiesen conseguido el sueño de su vida, en el que cifraban todas sus ilusiones.
No habían perdido, sin embargo, la esperanza de tenerlo, y seguían pidiéndoselo a Dios encarecidamente. Una noche, cuando dormían, se les apareció en sueños santa María anunciándoles que Dios les concedería un hijo, pero con la condición de que le llevasen, cuando fuese mayor, en peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago.
Al despertar el matrimonio, con inmenso gozo, se comunicaron sus sueños, convenciéndose, al ver que los dos habían tenido el mismo, de que era una aparición divina, y juntos fueron a dar gracias por ello a la Madre de Dios. Pasados unos meses, la mujer dio a la luz un hijo, varón, al que impusieron el nombre de Jacobo, por devoción al apóstol Santiago, considerándose el matrimonio más dichoso del mundo con aquel hijo que Dios les había concedido.
EI niño se criaba hermoso y guapo, y a medida ,que iba creciendo, iba despertándose su gran inteligencia y aumentándole su bondad, haciendo de él un conjunto de perfecciones que constituía el orgullo de sus padres y el encanto de cuantos le conocían. Cuando ya tuvo quince años, los padres decidieron cumplir el mandato divino, y emprendieron con su hijo la peregrinación a Santiago de Galicia, para postrarse ante el sepulcro del aposto y darle gracias por su merced.
A la mitad del camino, en Nájera, se alojaron para pasar la noche en una hospedería de peregrinos. Los atendió una hija del hospedero, muy joyen, que, prendada de la belleza del muchacho le asedió hasta descubrirle su amor, pero fue por él despreciada. Ella, llena de coraje al verse desairada, sintió deseos de venganza y concibió una diabólica idea. Espero a que el muchacho estuviese dormido, y, entrando sin hacer ruido en su habitación, escondió en su saco de viaje. entre sus ropas, un precioso cáliz de oro, labrado por un afamado artífice y adornado con perlas y piedras preciosas de incalculable valor.
Al amanecer del día siguiente emprendieron de nuevo su ruta los peregrinos, haciendo el camino entre plegarias al apóstol. Cuando ya habían recorrido cerca de cinco kilómetros, fueron alcanzados por el hospedero, su hija y algunos acompañantes más, acusándolos de haber robado un cáliz. Los peregrinos lo negaron rotundamente, jurando por lo más sagrado que ellos no habían cogido nada. Pero la hija afirmaba que habían sido ellos, porque habían bebido en él los últimos, desapareciendo de su sitio al momento de su partida. Propuso que para salir de dudas se les registrase a ellos y a sus hatos de viaje. Al abrir el saco del muchacho, encontraron el cáliz con gran sorpresa de los peregrinos que fueron llevados ante las autoridades y denunciado el hijo como ladrón.
Rápidamente se instruyó la causa, condenando al muchacho a morir en la horca por robo, aplicando la ley vigente en el país para los bandoleros, sin que de nada le sirvieran sus protestas de inocencia ni las súplicas de sus afligidos padres.
Al amanecer, el muchacho, con gran serenidad y paz de espíritu, aceptando la voluntad divina, fue conducido entre dos alguaciles hasta el patíbulo, situado en las afueras del pueblo, y allí se cumplió el fallo.
Los padres, sintiéndose sin valor para presenciar la ejecución de su inocente hijo, continuaron su peregrinación a Santiago, llenando los valles con sus tristes lamentos y regando los caminos con sus amargas lágrimas, sin encontrar consuelo a su horrible dolor. Durante cinco días y cinco noches caminaron sin descanso, enloquecidos por la angustia y quejándose al cielo de que les hubiera mandado hacer aquella peregrinación, en la que habían perdido al sol de sus ojos y el aliento de sus vidas, dejándolos condenados a sufrir aquella tortura durante el tiempo que les quedara de vida.
Enajenados por los sufrimientos, no habían pensado antes en dar sepultura sagrada a los restos de su hijo; y entonces decidieron desandar el camino y pedir el cadáver para enterrarlo ellos piadosamente.
Al acercarse al pueblo, el padre iba quejándose a grandes gritos de que Dios no le hubiera enviado la muerte a él en vez de a su hijo, y cuando ya llegaban cerca, vieron a lo lejos el cuerpo de su hijo que seguía colgado del patíbulo; anhelantes, se aproximaron a él y oyeron la voz de su hijo, que les reprochaba sus quejas y su poca resignación ante los designios divinos. Maravillados al oírle, corrieron a abrazar a su hijo, y éste les refirió cómo se le había aparecido una esplendorosa Señora, que era la Virgen María, llena de gloria y majestad, con resplandecientes vestiduras, y acompañada de un venerable anciano que le dijo ser el apóstol Santiago; entre los dos le habían sujetado por los brazos, para librarle de la muerte y que no recibiera el menor daño. Le alimentaron durante cinco días, prodigándole toda clase de consuelos y de ternuras.
Los padres, radiantes de júbilo, corrieron a dar cuenta del milagro a la autoridad suprema del país. Pero este personaje, que se hallaba a la mesa comiendo, negóse a creer que estuviese vivo después de cinco días de ahorcado, y les dijo. señalándoles un pollo asado que estaba sobre la mesa: «Tan imposible es que este pollo resucite como que vuestro hijo viva».
Al momento, ante su vista, el pollo se levantó de la cazuela, y batiendo las alas, voló, diciendo: «Prodigioso es, el Señor en sus santos».
Atónitos, se trasladaron todos inmediatamente al lugar donde estaba el ahorcado, y lo encontraron con vida, y descolgándolo, se lo entregaron a los padres. Ante aquel milagro divino, revelador de la inocencia del muchacho, el juez revisó la causa, tomando declaración a la hija del hostelero, que, acosada ante las preguntas del tribunal, confesó su crimen, siendo ella condenada a muerte en la horca. Pero los buenos padres del muchacho, no queriendo ensombrecer con ninguna muerte la prodigiosa salvación de su hijo, acudieron a suplicar al tribunal el indulto de la joven, consiguiendo por su intercesión que fuera conmutada por la pena de cortarle el pelo y vestirla con hábito de monja, y así permaneció toda su vida haciendo penitencia para conseguir el perdón de su delito.
Al muchacho le tomó el obispo bajo su protección, y con él y con sus padres llegaron a dar gracias ante el sepulcro del apóstol Santiago, que le había protegido durante su vida, y allí se hizo presbítero y vivió santamente, glorificando a Dios hasta el fin de sus días.

(Leyendas de España, de Vicente García de Diego)